Tomando decisiones y a dónde nos llevan. Parte 2.

… Exactamente, aún conservaba el sueño de ser ingeniero.

 

Años de trabajo y accidente


Llegué a mis 23 años, con trabajo estable, en una empresa grande. Todo parecía ir bien. Pero un día sábado por la mañana cuando me dirigía en moto al trabajo, tenía turno extra ese día, un auto me chocó y me lanzó junto con la moto hacía el otro extremo de la calle. Recuerdo sentir mi pierna izquierda retorcerse bajo la moto, no recuerdo dolor, todo fue muy rápido. No perdí el conocimiento, ni un rasguño en la cara ni brazos, no perdí ni siquiera mis gafas, solo tenía una pierna fracturada a la altura de la espinilla. Tibia y peroné. Estaba a dos calles de la oficina.

En el hospital me dijeron que necesitaría ser operado. Que tomaría tiempo para recuperarme. Fueron 15 largos meses y dos diferentes tratamientos con dos médicos diferentes, los necesarios para volver a trabajar. Pasaron varios meses más para que pudiera caminar sin cojear. A la fecha, más de 20 años después, aún tengo en mi pierna izquierda una barra de acero con nueve tornillos.


¿Qué hice? En esos meses, escuché música, leí varios libros, evalué lo que había pasado y lo más importante, nunca reclamé a Dios por ello. En todo momento le di las gracias porque seguía con vida y eso significaba que tenía opciones. Sin embargo, la falta de movilidad hizo que ganara peso y literalmente tuve que deshacerme de mucha ropa y comprar nueva.

Al regresar a trabajar debía tomar otra decisión, volver a manejar moto o no. Decidí que no dejaría que esa experiencia me detuviera y volví a manejar, pero ahora con más precaución. A los dos meses de volver a trabajar, compré un boleto de avión y viajé a la ciudad maya de Tikal. Subí a todas las pirámides y caminé por todo el parque sin parar. Había recuperado la libertad de moverme.

Me dijeron que difícilmente volvería a jugar fútbol, bueno, nunca he sido un gran jugador, pero me gustaba practicarlo. Tomé la decisión de volver a la cancha y a los dos años estaba jugando en el campeonato de la empresa, eso sí, con toda la protección y precaución del caso. Jugué por varios años.  



Regreso a la universidad, "estudiante viejo"



Después de 10 años de haber dejado la universidad, uno de mis jefes me motivó a seguir con los estudios. Me decía “no es tarde para volver, te falta poco, seguí adelante”. Siempre le agradeceré por esas palabras. Volví a ello y me encontré siendo compañero de chicos y chicas 10 o 15 años más jóvenes que yo. Pero también con más experiencia laboral que todos ellos. Al graduarme, ese mismo jefe fue mi padrino de graduación.

No fue fácil, los tres años de carrera que me faltaban los hice en seis. Avanzaba despacio, tomaba solo la mitad de cursos que debía, no podía llegar temprano a clases por razones de trabajo, incluso a veces no llegaba cuando trabajaba hasta muy tarde. Veía a los más jóvenes avanzar rápido, obtener mejores notas que yo, pero no me desanimaba, yo sabía que la única competencia era conmigo mismo. Ya había aprendido que avanzar no se basa en velocidad sino en seguir adelante a pesar de los obstáculos.

Decidí que, para poder avanzar un poco más rápido, debía tomar clases en vacaciones, para adelantar o recuperar los cursos que no pasaba durante el semestre. Fue así como empecé a estudiar prácticamente sin parar todo el año, en vacaciones de junio y diciembre, incluso sábados. Admito que, aunque era muy cansado, disfruté esos años.

En el trabajo, al hacer una revisión de nuestra hoja laboral y estudios, se dieron cuenta que tenía conocimientos de computación y me cambiaron de área. ¿Quién me hubiera dicho que esos años de secundaria y de trabajo en oficina me llevarían a este cambio? Había dejado la comodidad de trabajar en una oficina por un trabajo técnico de calle y ahora la vida me llevaba de regreso, pero con mucha más experiencia y conocimiento que antes.



Dejé de trabajar en la calle y entré al centro de control de teléfonos públicos. Ahora mi trabajo consistía en realizar reportes de rentabilidad y fallas. Darles trabajo a las distintas áreas del país. Toda la experiencia y estudios me ayudaron en esta nueva etapa.

Mientras en la noche era uno de los “estudiantes viejos”, en el día era responsable de logística y me reunía con gerentes, supervisores, contratistas, auditores y técnicos. Prácticamente aplicaba lo que estudiaba. Si lo que había estudiado hace muchos años me ayudaba en el trabajo, también la experiencia de trabajo me estaba ayudando a entender mejor las clases. Un circulo experiencia-estudio invaluable.


¿Estudiar chino antes de inglés? ¿Estás loco?


En la universidad, varios fueron los profesores que aconsejaban estudiar un idioma extranjero, nos decían que muchas personas hablaban inglés, pero que en el futuro eso se iba a quedar corto, que debíamos pensar en un segundo idioma extranjero, entre las sugerencias que nos dieron, mencionaron el idioma chino entre otros. Esas palabras hicieron eco y decidí entrar a la escuela de idiomas de la universidad, a estudiar chino los sábados por la mañana. ¿He mencionado que no hablaba inglés en ese momento? Me llamaron loco por dicha decisión, me preguntaban porque no estudiaba inglés que era más útil, pero no me importó, me divertía dicho comentario.



En uno de los cursos de la universidad, conocí a un amigo que al igual que yo, se había alejado de la universidad por varios años. Siendo parte de los “estudiantes viejos”, nos hicimos muy buenos amigos y decidimos tomar cursos juntos para apoyarnos mutuamente. Llegamos a ser los mejores en varias clases y los jóvenes se acercaban a nosotros por consejo o pedir que trabajáramos juntos los proyectos. Los profesores nos llegaron a conocer muy bien.

Teniendo 36 años, la maestra de chino nos comentó sobre las oportunidades para estudiar en Taiwán un año de chino, una carrera o una maestría. Empecé a soñar con dicha oportunidad, pero primero tenía que graduarme. Al mismo tiempo había empezado a solicitar visa para trabajar en Australia, pasé los test en internet y me aceptaron para vivir en la ciudad de Adelaide. Cuando fue la entrevista por teléfono, me dijeron que les gustaba mi experiencia laboral, el único problema era que ellos pedían que la experiencia fuera después de graduarse de la universidad y no antes. Me recomendaron volver a contactarles después.

La locura da la razón a las decisiones hechas


No me rendí, terminé la universidad. Al mismo tiempo que escribía la tesis, hice todo el proceso de solicitar beca para ir a Taiwán, me rechazaron de dos programas debido a mi edad. Ya tenia 37 años y el límite para las becas de maestría era de 35 años. En un programa nuevo, la última opción que quedaba, no había dicho límite. Es más, era un programa especial para egresados de la universidad pública. Es como si hubiese sido especialmente para mí.



Con 38 años y un día antes de la graduación, envié toda la papelería al programa de beca. Le hablé a mi jefe diciéndole que había solicitado la beca y que de ser aceptado dejaría la empresa. Me comprometí a capacitar a la persona que se quedara en mi lugar. Mi jefe, que estaba al tanto de mis estudios, me felicitó por la decisión y me ofreció todo su apoyo para hacer que mi salida de la empresa fuera sin mayores problemas de darse el caso de obtener la beca.

Cuatro meses después recibí la notificación que había sido aceptado. Mi jefe cumplió su palabra, el proceso de salida de la empresa se dio sin problemas. Por mi parte, cumplí también lo ofrecido, durante dos semanas capacité a la persona que quedó en mi lugar.

Había obtenido una beca para estudiar en Taiwán una Maestría en Administración de Empresas. MBA en inglés. El programa no sería dictado en chino sino en inglés, para lo cual ya había estudiado durante 13 meses de forma intensiva. Todos los años de estudio durante la secundaria y universidad, esos años de estar estudiando en vacaciones y fines de semana. Los desvelos diarios por la universidad y luego por las clases de inglés. Habían dado su fruto.

Si no hubiera escuchado el consejo de uno de mis jefes, no habría regresado a la universidad. Si no hubiera regresado a la universidad, no habría escuchado sobre la importancia del idioma chino. De no haber estudiado chino antes de inglés, no habría sabido sobre las oportunidades de becas ni sobre el único programa que me aceptaría. De no haber hecho todo el proceso de reunir la papelería y solicitar la beca no habría obtenido dicha oportunidad. La locura daba la razón a los actos.

La beca no incluía estudiar chino, eso lo tendría que estudiar al mismo tiempo que la maestría. Me garantizaban un ingreso mensual de mil dólares estadounidenses. No pagaría la matrícula, ese dinero era solo para mis gastos. Nada mal. El problema, no incluía boleto de avión. Si quería recibir la beca, debía presentarme por mis propios medios en la universidad a más tardar el 15 de septiembre de 2009. Era el mes de julio. 

Continuará en la parte 3...

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